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lunes, 27 de septiembre de 2010

UNA MIRADA ATRÁS

Iñaki Errazkin colabora con Sare Antifaxista, enviandonos una reflexion, de lo que representa la fecha del 27 de septiembre en la lucha Antifranquista y Antifascista de este nuestro pais.

1975 2010 Gudari Eguna; 35. Urteurrena Irailak 27

Iñaki Errazkin * E.H

El 27 de septiembre de 1975 yo acababa de cumplir 19 años y militaba en el clandestino Partido Comunista de Euskadi, entendiéndose entonces por Euskadi el conjunto de los territorios vascos, que aún no se había devaluado el término geopolítico que acuñara, con zeta, don Sabino Arana. Recuerdo muy bien aquella luctuosa fecha y cómo se vivió en Euskal Herria. Tras la noche más larga, que cantara Aute, amaneció un día igualmente intenso, en el que todas las personas de bien (al menos todas las que no nos encontrábamos en prisión o en el exilio) nos echamos a la calle para manifestar nuestra absoluta repulsa por aquellos crímenes legales, los últimos de la dictadura franco-borbónica. Tres jóvenes del FRAP y dos de ETA, cinco resistentes, cinco luchadores, habían entregado su vida por la grandiosa causa de la libertad, convirtiéndose así en cinco mártires de la democracia por venir.

Recuerdo con la misma claridad el siguiente 27 de septiembre, el del año 1976, con Franco ya muerto y enterrado, pero con el franquismo vivo y coleando. Ese día me encontraba en Gernika, junto con algunos camaradas, gritando a los cuatro vientos que el pueblo jamás perdonaría los crímenes cometidos el año anterior. El tristemente famoso capitán Hidalgo, a la sazón comandante de puesto de la Guardia Civil, patrullaba las calles a bordo de un “cuatro latas” oficial, megáfono en mano, advirtiendo a la población que, si hiciese falta, estaba dispuesto a volver a destruir la noble villa para reprimir el acto de homenaje a aquellos cinco antifascistas. El represor profesional Hidalgo no llegó a bombardearnos, pero nos disolvió a tiros. Sus hombres nos dispararon a los allí presentes con subfusiles cargados con munición real, obedeciendo órdenes del ministro de Gobernación, Rodolfo Martín Villa, un jefe falangista al que el pueblo había apodado con acierto “la porra de la Transición”.

Han transcurrido muchos años desde entonces. El capitán Hidalgo ya está muerto y olvidado. Martín Villa, siempre camaleónico y chaquetero, llegó a presidir las empresas Endesa y Sogecable (ésta última por designación directa de Jesús Polanco, el valedor mediático de Felipe González) y aún respira. Pero mientras estos personajillos sólo podrán pasar a formar parte de la historia universal de la Infamia, a Baena, García, Sánchez, Paredes y Otaegi les espera el eterno agradecimiento de la clase trabajadora y el honor y la gloria reservados a los héroes.

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